domingo, 28 de diciembre de 2008

A LA ESPERA...

La necesidad había sido el comienzo. Necesidad de saber, entender y luego asimilar; la última no termino de llevarla a cabo, aún hoy no puedo.
A la edad de catorce años decidí dejar las historietas de lado para empezar a ahondar en el mundo de los libros. Es curioso cómo son tomadas algunas decisiones. En mi casa siempre se leyó, sobre todo Alberto. Yo era el más pequeño, y pasaba mucho tiempo con él, pero nunca la lectura estuvo en el medio de nosotros. Él tenía sus libros y su tiempo para dedicarse a ellos y yo tenía mis historietas. Ambos realizábamos nuestras lecturas en solitario. El resto, juntos. Me enseño lo que un chico de catorce años debía saber: cómo defenderme, cómo patear un penal, cómo subir a un árbol, pero sobre todo, lo que es el compañerismo, ya que nosotros éramos eso: compañeros.
Un tiempo después de que se fuera, mi intriga se hizo sentir. Al principio no hice nada, sólo me quedaba callado, estaban todos tan movilizados que a mi no me salía otra cosa que acompañar en silencio.
La rutina diaria se había modificado bastante, a pesar de que mamá intentaba hacer lo mejor, las cosas no salían según lo planeado. Lentamente mi hermano mayor, Luis, comenzó a acercarse a mi. Me dijo que era muy importante que entendiera qué estaba ocurriendo en nuestro núcleo familiar. Tuve que memorizar una dirección, que jamás en mi vida había escuchado, y repetirla como un loro cuando me preguntaran en la escuela. No me costo trabajo, ya que siempre tuve buena memoria. Alberto solía elogiar esa virtud porque decía que era muy importante y debía sacarle provecho.
Al año siguiente me cambie de escuela, pero no me importo ya que mis amigos estaban en el barrio; aunque ahora no pasábamos demasiado tiempo juntos, siempre encontrábamos un sábado en el que venia Juan a casa e íbamos al parque de Lomas a jugar a la pelota. Con Juan nos conocíamos desde muy chicos, él era hijo de Cora. El papá de Juan los había abandonado hacia unos años, según Cora: ``un vago que nunca quiso a su familia ´´. Años después cuando Juan se enteró, me contó que su padre murió en un ``episodio confuso ´´. Por supuesto ambos ya sabíamos de qué se trataba. Era el año del mundial, pero yo estaba en otro tema. A pesar de que en casa mamá y la abuela Luisa intentaban que me interesara en el futbol, yo preferí empezar a sumergirme en lo que había sido el mundo de Alberto. Una tarde, mientras miraban uno de los tantos partidos, me pare delante de ella y la contemple. El pasaba tanto tiempo ahí. Pensé qué tenía de especial en esa inmensa biblioteca. Esos libros, tan enormes, con sus páginas amarillas, con ese olor particular. Tome uno y partí. Las primeras oraciones eran algo así:
``Al crecer el Capital, crece la masa del trabajo asalariado, crece el número de obreros asalariados; en una palabra, la dominación del capital se extiende a una masa mayor de individuos. ´´
Qué es esto? No entendía nada, entonces se me ocurrió que debería tener un diccionario al lado, ya que la tarea seria muy complicada. De esta forma, mis tardes comenzaron a llenarse de conceptos interesantes que a pesar de que fueron complicados al principio, lentamente me iba acostumbrando a ellos. Disfrutaba mis momentos a solas, nadie más pisaba ese lugar. Ellos se dedicaban a otra cosa. Mientras escribían y buscaban, yo exigía explicaciones. De vez en cuando la abuela Luisa se sentaba al lado. La vieja me adoraba, y yo la amaba. Tenía una visión muy particular de la realidad, todos los días se venía desde Munro para vernos y estar con mamá sobre todo. Tenía setenta y cinco años pero no los aparentaba; sólo las arrugas de sus habilidosas manos rebelaban su edad. Se sentaba a mi lado y tejía, en silencio.
Antes de comenzar la nueva década, mis lecturas habían avanzado de manera increíble. El mundo de Alberto era asombroso. Cómo jamás me contó lo que hacia, por qué, mamá estaba enterada ? Luis y Fabián también? Cuanto más sabia, más preguntas generaba. Eso no fue favorable. Sin embargo, mis noches estaban plagadas de palabras que volaban sobre mi cabeza. Iban y venían. Pero otras, las consideraba ininteligibles.
``Sin un órgano político es inconcebible, en la Europa contemporánea, un movimiento que merezca el nombre de político…´´
Una noche en particular las arduas ideas plasmadas en las enmarañadas oraciones no hacían más que enredarme:
``… Sin el, nuestra tarea, la tarea de concentrar todos los elementos de descontento político y de protesta, de fecundar con ellos el movimiento revolucionario del proletariado, es totalmente irrealizables.´´
Ya tenia dieciséis años, todavía pasaba horas sentado en la maquina de escribir. Era más rápido que mamá y Fabián: Buenos Aires, cinco de diciembre de Mil Novecientos setenta y nueve ``De mi mayor consideración, escribo con gran angustia, después de 2 años…´´
Sin respuesta. El tiempo transcurría.
El interés por la lectura se acrecentaba cada día. Parecía no cansarme. Las conclusiones tardaban en llegar, no lograba cerrar el círculo; puesto que había cosas que me faltaban, datos que no tenía, palabras que no entendía y el diccionario no me proporcionaba ya mucha ayuda. Mas continuaba.
La pregunta era: qué quería hacer ? Qué lograba leyendo? Alberto iba a volver. ? Al parecer no. Qué pretendía el? De qué servían todas esas ideas dentro del gran caldo en el que se había convertido el país? A nadie parecía importarle, ni a Juan. Ya no pasábamos tanto tiempo juntos; cada uno había elegido caminos diferentes, a él no le importaba lo mismo que a mí. No entendía. Fue después de que me mude que me busco para hablar, ahí me entere lo de su padre, cuando ambos habíamos empezado a armar nuestras familias.
Al cumplir dieciocho, tenía las cosas bastantes claras. Me introduje en el mundo de Alberto y me gusto lo que encontré, puede que de ahí haya venido el aislamiento. Estaba profundamente enojado, la ira me abrazaba y no me soltaba, no conseguía desprenderme de los recuerdos y constantemente me preguntaba por qué, por qué a él, por qué a mí, por qué a nosotros. El único día que lograba despejarme era el domingo, cuando venía a almorzar el tío Alfonso, siempre tan entero y lleno de vida.
``Tres aportaciones fundamentales hizo la revolución cubana a la mecánica de los movimientos revolucionarios de America:
1- Las fuerzas populares pueden ganar una guerra contra el ejército.
2- No siempre hay que esperar a que se den todas las condiciones para la revolución; el foco insurreccional puede crearlas.
3- En la América subdesarrollada, el terreno de la lucha armada debe ser fundamentalmente el campo.´´
Comenzada ya la nueva década, la que sería de cambios: el punto final llego a mi casa y mamá entró en una profunda depresión. Mis hermanos habían formado sus familias, y a pesar de que venían bastante seguido, solo éramos mamá, la abuela Luisa y yo, el encargado de cocinar. La casa se comenzó a descuidar debido a que mamá dejo de lado el religioso tratamiento de sus preciosas flores. El prodigioso cantero, construido por Alberto, en nuestra casa de techos altos y proporciones muy grandes, pues alguna vez fuimos muchos los habitantes…estaba decayendo. Era un reflejo de nuestras vidas.
Cuando tiempo después conocí a Alejandra, encontré con quien compartir mis libros. A ella le gustaba escucharme y sobre todo leer. De esta manera, en el intercambio mis lecturas fueron variando, ya no me dedicaba sólo a autores Europeos sino también a los Latinoamericanos. Mi círculo se expandía y llegue a comprender muchas de las propuestas de cada autor. Tenía un manojo de ideas en la cabeza e intentaba amasarlas de a poco. No obstante, mí objetivo, a pesar de saber más, se convirtió en una utopía. Entendía cada vez mejor y la furia interna seguía acrecentándose… como la tristeza de mamá.
Los años pasaron, mamá murió, sin saber nada. Yo formé mi familia, con Alejandra, mi compañera. La abuela también se fue, al poco tiempo partieron mis tíos, solo quedábamos los tres hermanos. Cada uno con sus planes.
Alberto, nunca más.
Hoy trabajo en un diario, soy periodista. Hay respuestas que todavía busco en la lectura y aún no me las proporciona. He llegado a comprender los sucesos de la historia, mi historia. Verdad es que ellos me ayudaron, me transformaron. Pero mi necesidad sigue ahí, a la espera. Soy un hijo más.